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jueves, 23 de junio de 2011

- Querido diario, he de confesar, que me he enamorado.
Verás, no sé muy bien por qué motivo empezó todo esto. Digo esto, refiriéndome, a nuestra historia.
Yo ya conocía a este chico, había oído hablar muchas veces de él, y para mí, era uno más, uno más en esta pequeña ciudad, que aquí, casi nos conocemos todos. Tuve que empezar una etapa nueva en mi vida, tuve que dejar la infancia atrás, encaminar mi adolescencia, y él me pilló por el camino. Había cambiado de amigas, de instituto, de compañeros, y él se debió cruzar conmigo.
Todo empezó como lo más normal, veamos, empezamos a hablar, como puedo hablar con mi compañero de al lado, o con mi vecino del segundo. No entendía muy bien el juego que habíamos empezado, pero estaba dispuesta a seguirle. Tenía claro, que sólo íbamos ser dos conocidos, o quien saben, en algún momento pensé que podríamos llegar a ser amigos. No sé que tipo de amigos tampoco. Al cabo de los días, seguíamos entablando nuestras monótonas conversaciones, cada vez iba todo mejor. Hablaba con mis amigas sobre él, sobre mi nuevo y extraño amigo. Acababan diciéndome que ese, sólo era el principio de algo grande. Y me autocovencía yo, personalmente, para pensar, que nada de eso, podría suceder. De hecho, me equivoqué. Pasaba el tiempo, pasaban los meses, y cada vez, nuestra confianza y complicidad era mayor. Septiembre, Octubre, Noviembre, incluso Diciembre. Hasta ahí, podía decir, que tan sólo éramos dos conocidos, que empezábamos una amistad, pero no una cualquiera. Desde el principio, nunca supimos tratarnos como dos simples amigos. La magia se palpaba en el ambiente, nunca habíamos dirigido palabra, y mi estado emocional, empezaba a depender de él.
A simple vista, parecía el chico más prepotente, y pasota que te puedes echar a la cara. Pero no siempre las primeras impresiones, son correspondidas. Y esta vez me equivoqué. Quizá el hecho de equivocarme, me hizo enamorarme de él.


Está bien, con el paso del tiempo, me ha demostrado que es un capullo, que puede hacerme más daño que ningún otro que haya pasado por mi vida. Pero, sin embargo, otras veces, ha sido la persona que más feliz me ha hecho, sin quererlo. Siempre estaba ahí, a primera hora del día, para hablarme, preguntarme como me había ido, en aquella mañana tan aburrida del lunes, y sacarme una verdadera sonrisa. Nadie pudo conseguir eso. Sólo él, podía hacer, que la monotonía de la semana, acabase gustándome. Simplemente, por el hecho, de saber, que al final de la mañana, iba a poder verle, eso me hacía levantarme, con más ganas aún que como de costumbre. Era una pieza clave. Parecía ser incondicional. Llegó Enero, cambiamos de año, y pedí mis mejores deseos; que todo lo que habíamos conseguido hasta ahora, no se marchitase, que el tiempo no acabase con nuestra historia. Supongo, que había sido demasiado ilusa, que había puesto demasiado empeño en aquello, y eso que aún no había empezado nada. No sé muy bien, si lo nuestro ha sido una historia de amor, o simplemente una aventura más, en el rango de nuestra vida. Lo que sí sé con certeza, es que sólo él, fue quien me hizo volver a creer en el amor. Después de tantos fracasos, cada una de las desilusiones y decepciones, volvió a hacerme subir a lo más alto. Como si pudiese elevarme, a tocar las estrellas con los dedos. Enero, lo cambió todo. Todo lo que había pedido, lo que tanto había añorado y deseado, se torció. La primera noche del año, incluso pudo ser la mejor de nuestras vidas. Me hizo creer, que a partir de ahí, nuestra relación daría un giro radical, que sería cada vez mejor. Pero de hecho, sólo fue una desilusión más. Pasaban los días, y lo que habíamos ganado, en unos meses, se iba perdiendo en días. Sin embargo, en otras semanas, recuperábamos el tiempo perdido. Estábamos montados en una noria. Me daba palo estar en lo más alto, ya que al caer, la ostia, dolía el doble. Creí, estar preparada para todo, creí estar preparada para verle con otras, soportar sus comentarios, y estar dispuesta a escucharle cuando se torciesen las cosas. Pero bien, una cosa es suponer, y otra cosa, es enfrentarte a la realidad. Una tercera persona se cruzó en el camino. Ella supo aprovechar mejor que yo las oportunidades, supo valorarle más, y no perder el tiempo. Ahí empecé a perder, la batalla había terminado. Fracasé. De nada servía llorar, dejar de dormir, por soñar...
Al cabo del tiempo, demostraban su amor, tenía que soportar, el cruzarme con ellos, ver sus besos, y acostumbrarme a ello. Fue doloroso, pero todo, se acaba superando.
Aún así, yo sabía, que tenía que olvidar, pasar página. Y cueste lo que cueste, tal reto será logrado. Es un propósito más que tengo en lo largo del camino. Un rival más que superar, un amor que olvidar. Aunque, hasta ahora, puedo decir, que jamás, nadie va a quererte como yo, nadie.

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